Política

Cuatro elecciones en cinco años: ¿hacia dónde va España?


Por Andrea Bussoletti
11 Noviembre 2019

Este domingo 10 de noviembre 2019 los ciudadanos españoles acudieron a las urnas para renovar el Parlamento nacional, por la cuarta vez desde 2015. Si bien quien escribe todavía está en espera de los resultados finales es posible hacer un análisis retrospectivo de los últimos tres procesos electorales para tratar de imaginar los escenarios de las próximas semanas.

Un primer dato que resalta es la creciente fragmentación del sistema de partidos. Desde los años setenta, por más de tres décadas la competencia política española se había caracterizado por una contienda entre dos fuerzas: el PP y el PSOE. Sin embargo, desde 2015 estos dos partidos juntos suman menos de la mitad de los sufragios, que tienden a dirigirse hacia nuevas fuerzas. En principio fue Podemos, heredero del movimiento del 15-M, luego Ciudadanos, partido moderado centrado sobre una narrativa anti-política, y en tiempos recientes Vox, partido soberanista creado de una escisión del PP. En las elecciones de abril 2019, mientras los dos partidos tradicionales sumaban el 47 por ciento de los votos, los tres surgidos desde 2010 a la fecha juntaron el 37 por ciento de los sufragios, indicador de un país que ha abandonado el bipartidismo para convertirse a un multipartidismo polarizado.

El crecimiento de los nuevos partidos parece reflejar una crisis de las lealtades políticas tradicionales, pero a una lectura más profunda se revela cómo éstas siguen vigentes. Si consideramos la clásica dicotomía izquierda-derecha y ubicamos Podemos como izquierda y Ciudadanos y Vox como derecha, nos damos cuenta que no hay una migración de votos entre estas dos áreas, mientras se observa una redistribución de votos dentro de ellas. Sería por lo tanto un error afirmar que los españoles hayan cambiado su orientación en los últimos diez años, mientras lo cierto es que los electores tienen más opciones para reafirmar su identidad.

Identidades que además de ser definidas por la ideología son también reflejo del sentido de pertenencia territorial: es así que la Madrid conservadora vio al PP perder el rol de primera fuerza en 2019 sólo por efecto de la escisión de Vox; Cataluña mantuvo su rol de oposición a la capital, con los grupos independentistas y de izquierda que siguen representando las fuerzas políticas más votadas, y el Sur sigue siendo el principal bastión socialista.

Dicho todo esto: ¿que podemos esperarnos después de conocer los resultados electorales finales del día de ayer? La historia de los últimos seis meses, en los que el PSOE no supo —o no quiso— conformar una alianza parlamentaria ni con Podemos ni con Ciudadanos, deja poco espacio a la imaginación.

Un posible escenario consiste en el hecho que los llamados del PSOE al voto útil determinen el efecto esperado y den a Pedro Sánchez una bancada parlamentaria lo suficiente amplia para gobernar solo o para negociar con Podemos en condiciones de mayor ventaja. Otro escenario, también probable, es que Sánchez aproveche un ulterior crecimiento electoral de Vox para proyectar un escenario de emergencia que obligue PP y Ciudadanos a una Gran Coalición, cuyo objetivo sería evitar el peligro de un retroceso autoritario y que podría traer inspiración en los casos de colaboración entre derechas e izquierdas moderadas presentes al día de hoy en Alemania, Francia y Portugal.

La inestabilidad española de 2015 a la fecha es efecto de la necedad de su clase política a negar la evolución pluripartidista del país. ¿Será esta la vez buena en que las élites españolas entiendan esta novedad y busquen nuevas soluciones políticas? Las próximas semanas serán decisivas en este sentido.



Nota publicada en la edición 1037


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