Ciencia y Seguido
Tiburón... tiburón...
Foto: Archivo
Por Martha González Escobar
28 Julio 2014

El Fondo de Cultura Económica, en 1986 marcó un precedente en la lectura en nuestro país con el nacimiento de la colección de divulgación científica La ciencia desde México, para la cual los científicos convocados entregaron su material, incursionando en un campo nuevo: escribir en un estilo con el que los temas más complejos y poco accesibles pudieran ser entendidos por los jóvenes y los lectores sin formación científica.

Una década después, los editores dieron un paso adelante al traducir las publicaciones a la lengua portuguesa, nombrándola desde entonces La ciencia para todos.

Hoy esta colección está compuesta por 235 títulos, divididos en 11 áreas temáticas: astronomía, biología, ciencias aplicadas, ciencias de la Tierra, ciencias del mar, ecología, física, matemáticas, química, salud y varia.

La colección tiene como principal propósito entregar el pensamiento científico a los jóvenes, quienes a su vez crearán una ciencia que sin enseñar a ninguna otra, lleva la impronta de nuestros pueblos, como se especifica en el prólogo escrito por el biólogo Mario Jaime Rivera.
Este estudiante del doctorado en Ciencias marinas en el Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste, fue el ganador del primer Premio Internacional de Divulgación de la Ciencia Ruy Pérez Tamayo, convocado por el Fondo de Cultura Económica, por su libro Tiburones. Supervivientes en el tiempo.

El jurado de este galardón, integrado por el físico Jorge Flores Valdés, el narrador y divulgador científico Francisco Rebolledo, el ecólogo José Sarukhán, el fisiólogo Marcelino Cereijido y el comunicador Javier Cruz, reconoció el trabajo de Rivera, “quien obtuvo 250 mil pesos y la publicación de la obra en la colección La ciencia para todos, editada por este sello, por la erudición respecto al mundo de los tiburones, originalidad en el tema, un entusiasmo contagioso y un acertado tono divulgativo”.

El libro fue presentado dentro del V Coloquio internacional de cultura científica, de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Los tiburones en la era de la esclavitud
Cuando Bartolomé Díaz y luego Vasco de Gama doblaron el cabo de Buena Esperanza, estableciendo una ruta comercial entre Europa y Asia, y cuando después arribó Colón a islas americanas, inició una nueva era del capitalismo, basada en la colonización, la matanza y la rapiña, explica la investigación de Mario Jaime Rivera.

Durante los siguientes 400 años, el tiburón adquirió su configuración conceptual moderna como el símbolo del terror, del shock, del castigo.

Los vocablos modernos que se refieren a los tiburones surgen de los viajes de conquista como palabras insultantes. A continuación el biólogo relata cómo los tiburones seguían por días los barcos que conducían esclavos, porque éstos eran arrojados al mar, ya fuera porque morían de alguna de las muchas enfermedades que los acechaban o por un castigo... La superstición decía que los tiburones seguían solamente a los barcos que tenían enfermos a bordo, pues olfateaban la enfermedad.

Al mismo tiempo el tiburón era pescado en los viajes trasatlánticos como comida de segunda clase, para alimentar a los esclavos. Los reportes registraban que los tiburones aumentaban al llegar a las costas de Brasil, del Caribe y del sur de Virginia.

Por una parte, los tiburones eran utilizados por los capitanes de las embarcaciones para crear horror entre sus tripulaciones y por otra, los abolicionistas los empleaban para sembrar el terror entre los lectores citadinos al buscar sus votos, dice Mario Jaime Rivera, cuya exhaustiva investigación abarca desde el principio de los tiempos conocidos hasta nuestros días, concluyendo que estos animales son tan antiguos como el hombre en la Tierra.

También relata con fechas y nombres, las múltiples maneras en que la gente convivió con los escualos, que en estos momentos se enfrentan a un extermino constante, porque el hombre los mira como depredadores de su especie y por tanto son perseguidos con toda la tecnología conocida.

Al final del texto, que tiene 307 páginas, nos quedamos indecisos acerca de quiénes son más crueles: si los hombres o estos grandes peces con los que jamás podremos comunicarnos.



Nota publicada en la edición 799