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Ciencia y Seguido

“Somos polvo de estrellas”


Por Martha González Escobar
16 Junio 2014

“Hace unos 3.6 millones de años, en lo que actualmente es el norte de Tanzania, un volcán entró en erupción. La nube resultante de cenizas cubrió la sabana de los alrededores. En 1979 la paleoantropóloga Mary Leakey descubrió en esas cenizas huellas de pies, que según ella son de un primitivo homínido, quizá de un antepasado de todos nosotros, habitantes de la tierra actual.
A 380,000 kilómetros de distancia, en una llanura plana y seca que los hombres en un momento de optimismo llamamos Mar de la tranquilidad (en la luna), existe otra huella de pie dejada por el primer hombre que caminó por otro mundo.

Hemos llegado lejos en 3.6 millones de años y en 4 mil 600 millones y en 15 mil millones, porque nosotros (la raza humana) somos la encarnación local del cosmos que ha crecido hasta tener conciencia de sí. Hemos empezado a contemplar nuestros orígenes: sustancia estelar que medita sobre las estrellas; conjuntos organizados de decenas de miles de billones, de billones de átomos que consideran la evolución de los átomos y rastrean el largo camino, a través del cual llegó a surgir la conciencia, por lo menos aquí. Nosotros hablamos en nombre de la tierra. Debemos nuestra obligación de sobrevivir no sólo a nosotros, sino también a este cosmos antiguo y vasto del cual procedemos.I]

Somos, pues, polvo de estrellas, como lo dijo alguna vez Carl Sagan, el destacado comunicador de astronomía que acaparó la atención de millones de personas con sus exposiciones acerca del universo, en la serie Cosmos (1934-1996), poco conocida por las actuales generaciones.

El doctor Sagan recibió a lo largo de su vida numerosas distinciones: Premio Pulitzer, medallas de la NASA, el Premio Apollo, El Premio Masursky y la medalla del Bienestar público, de la Academia de Ciencias de Estados Unidos. El asteroide número 2709 fue bautizado con su nombre.

Popularidad inalcanzable
Al concederle su premio más importante, la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos justificó: “Nadie ha conseguido nunca transmitir las maravillas ni el carácter estimulante y jubiloso de la ciencia con tanta amplitud como lo ha hecho Carl Sagan… su habilidad para cautivar la imaginación de millones de personas y para explicar conceptos complejos en términos comprensibles constituye un magnífico logro”.

Para el astrónomo dar seguimiento a las exploraciones en el espacio fue realmente estimulante, porque consideraba que el hombre había evolucionado para admirarse de las cosas, para entender que la comprensión es una alegría (“el gozo de saber”, dijera Jorge Wagnesberg) y que el conocimiento es un requisito esencial para la supervivencia. Estaba seguro de que el futuro de la humanidad dependía del grado de comprensión que tengamos del cosmos en el cual “flotamos como una mota de polvo en el cielo de la mañana”.

El mensaje
Cuando estaba preparando el proyecto del disco interestelar y las sondas Voyager —el tercer y cuarto artefacto humano enviados fuera del sistema solar—, la NASA, habiendo ya antecedentes en este sentido, encargó a Sagan y sus asociados el desarrollo del más ambicioso mensaje a bordo de las naves interestelares Voyager 1 y 2, para tratar de comunicar un poco cómo es nuestro mundo.

Sagan y sus asociados seleccionaron 115 imágenes y una variedad de sonidos: las olas, el viento, los pájaros, las ballenas y otros animales. Añadieron una selección musical (95 minutos de grabación) de diferentes eras y culturas, y saludos en 55 idiomas humanos, que van desde el akkadian, que fue hablado hace seis mil años, hasta el wu, que es un dialecto moderno chino.

También incluyeron un mensaje del presidente de Estados Unidos (Carter, en aquel momento) y otro del secretario general de las Naciones Unidas. Por último insertaron una hora de grabación de los impulsos eléctricos de los pensamientos, el movimiento de los ojos y otros músculos, y los latidos del corazón de un ser humano como se escuchaba en junio de 1977.

La información fue grabada en un disco fonográfico de cobre de 30 centímetros chapado en oro y serigrafiado con el título “Sonidos de la tierra”. Las imágenes fueron insertadas en modo analógico y el resto en forma de audio, diseñado para ser escuchado a 16-2/3 revoluciones por segundo. Fue encapsulado en una funda de aluminio, junto con lo necesario para su reproducción, además de una explicación acerca del origen de la nave.

El doctor Sagan calculó que el disco con el mensaje Voyager tardará decenas de miles de años en recorrer la distancia que nos separa de la estrella más próxima, y en este sentido reflexionó que la información contenida en nuestros genes data de miles de millones de años, mientras que la información de nuestros libros es de solamente miles de años, y la de nuestros cerebros abarca sólo algunas décadas.

[i])13. ¿Quién habla en nombre de la tierra? Cosmos. Editorial Planeta. 2004.



Nota publicada en la edición 793


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