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Ciencia y Seguido

Un alegato a favor de las “repelentes” matemáticas


Por Martha González Escobar
30 Junio 2014

Cuando inicié mi educación primaria, y aún en la secundaria, las ciencias exactas eran el “coco” de los alumnos. Nadie estudiaba eso porque no estaba bien explicado, ni los maestros se esforzaban en hacernos comprender, pues su vocación no era educar, ni dar clases, sino ser químicos, matemáticos, físicos.

Nos trataban tal y como los trataron a ellos: ¿Conceptos abstractos difíciles de entender? ¿Comprendieron a la primera? ¿No?  Bueno, no tiene caso, al cabo no van a ser especialistas en ciencias exactas y las mujeres se van a casar.

Ese futuro matrimonio tan mentado por los ancianos profesores, me privó de demasiados conocimientos que, posteriormente, aunque me casé, me hicieron falta para completar mi vida de trabajo.

Las matemáticas, ahora lo sé, son un conjunto de saberes maravillosos, que nos muestran como ninguno otro las posibilidades enormes de nuestro intelecto así como las dimensiones de lo misterioso que es el mundo, tanto por los conceptos que podemos imaginar, como por la realidad cercana.

“El lenguaje de la naturaleza son las matemáticas”, dijo el italiano Galileo Galilei, uno de los primeros científicos conocidos, cuyas aportaciones al desarrollo del conocimiento permiten situarlo entre “los 40 principales de la Ciencia”, según la lista publicada en el libro ¡Viva la Ciencia!, escrito por José Manuel Sánchez Ron e ilustrado por Mingote.

“¿Cómo puede ser que la matemática –un producto del pensamiento humano independiente de la experiencia- se adecúe tan admirablemente a los objetos de la realidad?”, se preguntaba Einstein en 1921  y, con razón, miremos por donde miremos, nos encontramos a las matemáticas.

Por ejemplo en el Partenón, que ha sido construido sobre una base rectangular, de un largo cinco veces el lado más corto, dimensiones que son, a la vez, las de la fachada; el alzado de este templo ateniense muestra “varias relaciones áureas”, entendiendo con ello el número 1,618033 que tiene propiedades sorprendentes en su cuadrado y en su inverso, y la de ser formado a partir de la denominada sucesión de Leonardo de Pisa (1170-1240) conocido como Fibonacci, cuyo enésimo término se obtiene sumando los dos anteriores.

En estos días el INAH muestra una exposición precisamente llamada “La divina proporción”.
Las matemáticas también se encuentran en las leyes del movimiento expansivo del Universo, en las oscilaciones del péndulo simple, en las notas musicales, en las reglas lógicas que hacen que funcionen las computadoras, en el tiempo meteorológico, en la geometría de infinidad de estructuras naturales y sociales, desde el perfil de las costas hasta la red del sistema venoso.

Pocas disciplinas técnicas o instrumentos pueden competir con las matemáticas, las cuales se encontraron en los primeros logros de la humanidad con alguna significación científica.

Desde las muescas talladas en huesos de animales primitivos, que fueron las primeras maquinas de contar de los antepasados, hasta llegar al cuarto milenio A.C. con los sumerios que se instalaron en el valle del Tigris y el Éufrates (el actual Irak) y desarrollaron un sistema de numeración basado en las sesentenas o potencias de 60.

En cuanto al sistema decimal que practicamos ahora, se han encontrado rastros de su utilización en épocas y escenarios cercanos a los sumerios.

Fue en 1799 cuando la expedición de Napoleón llegó a Egipto y encontró la Piedra Roseta; hasta entonces se pudo descifrar la escritura jeroglífica egipcia y  se supo que el sistema de numeración que data de hace 5 mil años estaba estructurado según el numero 10.

Vivimos rodeados de cifras, además del teorema de Pitágoras y los números irracionales, la demostración del último teorema de Fermat, los elementos de Euclides; mis favoritos, los números primos, y muchos otros temas de las matemáticas aún se estudian, por ejemplo el infinito...

Ojalá estas palabras sirvan de estímulo para que futuros padres y madres mantengan y estimulen el interés de sus vástagos en las matemáticas, que cada vez son admitidas en la proporción de su importancia.



El lenguaje de la naturaleza son las matemáticas
Nota publicada en la edición 795


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