Jorge Alberto Mendoza

La vida misma

Ignacio “El Cuate” Calderón


En las manos del destino

Por Víctor Rivera
9 Junio 2014

“El futbol se empieza de atrás para adelante, y primero tienes que tener un buen portero”, dice Ignacio Calderón, mejor conocido como “El Cuate”, quien durante 18 años fue actor de innumerables batallas en el terreno de juego, defendiendo el arco del mítico Guadalajara, de los Leones Negros y, en 1966 y 1970, como representante del Tri en los mundiales de Inglaterra y de México. “Para mí fue un puesto muy bonito”, comenta, y dice estar plenamente agradecido con el futbol y con Dios, que le dio cualidades para ejercer su posición, mismas que se ven en su mirada fija, que parece aún perseguir balones que vienen volando en el aire, y en sus manos grandes que fueron hechas para atajarlos, desde el momento en que jugaba en las calles de Garibaldi y Amado Nervo, en la Perla Tapatía, hasta llegar al Estadio Azteca y al Jalisco. Por eso, estaba escrito que Calderón fuera la materialización del destino en la cancha de futbol; el héroe o el villano del terreno de juego y por eso mismo el destino lo mantiene allí, cerca del “Coloso de la Calzada”, el estadio mundialista de Guadalajara. “No me puedo alejar, es mi casa”.

Arquero
Considero que uno ya nace con ciertas cualidades para ejercer una profesión, y esa profesión (que me tocó a mí) afortunadamente es muy bonita, muy bella. El futbol desde chicos nos gustó mucho, tengo fotos de cuando yo tenía cinco o seis años jugando al futbol. Cuando fuimos creciendo jugábamos en la calle, en el pedacito de pasto. Tengo un gran recuerdo de esa edad en la que me estoy aventando por un balón en un jardincito entre las banquetas, entre árbol y árbol. Como portero tienes que tener cierto carácter y el ser portero te hace tener una cierta madurez, porque el puesto es muy importante. Sin embargo ser arquero es muy ingrato: puedes tener una excelente actuación y al final cometes un error y todo lo que hiciste, se olvida.

Mundialista
En el equipo había tres grandes porteros: Antonio “La Tota” Carvajal, Jaime “El Tubo” Gómez y yo. Jugué en 1966 y 1970. Yo me acuerdo que salía a la cancha y sabía que lo estaban televisando (en blanco y negro todavía) y que me estaban viendo en ese momento millones de personas. Fue increíble pisar el Estadio Wembley, que en ese entonces era una catedral de futbol, era la mejor cancha de todo el mundo. Y en 1970, tuve la experiencia de jugar los cuatro partidos, estuve también en el inaugural. Aparte logré un récord, pues tuve mi meta intacta los tres primeros partidos, el primer gol que recibí, fue cuando jugamos en Toluca contra Italia y fue un autogol, para acabarla. Italia traía un equipazo, tan es así, que llegó a la final contra Brasil. Ellos nos contragolpearon y nos metieron tres más. Perdimos 4-1.

Actor
Antes del mundial de 1966 me llegó una propuesta de hacer una película con César Costa, que era el productor, se llamaba Adiós cuñado. En la película, César Costa tenía cuatro hermanas, yo era novio de Irma Lozano, Héctor Suárez era el rockanrolero, en aquel entonces el rockn’roll era lo máximo, y su novia era Alma Delia Fuentes… En la película a mi novia la conocí por el futbol, porque ella jugaba de defensa central, pero yo no sabía que era mujer, porque jugaba como hombre. Después del mundial me ofrecieron participar en una fotonovela con Irma Lozano, para explotar la pareja que hicimos en la película. Duré haciendo fotonovelas hasta 1982, aún después de retirarme. Después de mí, empezaron a hacer fotonovelas Carlos Reynoso, Rafa Puente, como que yo fui el conejillo de indias, y a mí me criticaron. Pero yo hice también comerciales, de Pantalones Portefino, de insecticidas, pero todo gracias al futbol.



Ser arquero es muy ingrato: puedes tener una excelente actuación y al final cometes un error y todo lo que hiciste, se olvida
Nota publicada en la edición 792


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